Somos Mira y Marin, junto con nuestros dos perritos, Charlie y Phoebe. Ellos son la razón de crear esta página, después de una experiencia que nunca olvidaremos.
Un paseo que cambió todo
Siempre los paseamos con arnés y correa corta, porque cuidamos mucho su seguridad y tampoco queremos molestar al resto del mundo.
Un día paseaba solo con ellos en la plaza junto al mar, en Playa Flamenca.
El momento de miedo
De pronto, una pastora belga suelta nos atacó. Mientras intentaba proteger a Charlie, Phoebe se asustó tanto que consiguió escapar del arnés y salió corriendo.
Entré en pánico: nunca había estado sola suelta y temíamos lo peor, que la habíamos perdido para siempre.
Nuestra casa está por encima de la carretera nacional y lo que más temíamos era que cruzara y ocurriera una tragedia.
La búsqueda desesperada
Intenté por un tiempo buscarla, pero con Charlie no era muy efectivo. Me subí al coche para dejarlo en casa y volver con mi mujer a buscarla.
De camino, me crucé con un coche de la policía local. Lo paré y expliqué lo sucedido. Los agentes reaccionaron de inmediato: tomaron una foto de Phoebe desde mi teléfono y se volvieron directamente a la zona donde había desaparecido, mientras yo terminaba de dejar a Charlie en casa para seguir buscándola.
Después, mi mujer y yo recorrimos las calles sin descanso, asustados y desesperados. Publicamos algunos anuncios, pero no había rastro de ella. Lo único que nos daba algo de esperanza era el gesto inesperado de la policía: cada hora nos llamaban para saber si habíamos tenido noticias. Ese apoyo humano nos sostuvo cuando ya casi no quedaban fuerzas.
La llamada que nunca olvidaré
Pasaban las horas y la esperanza se desvanecía. Varias veces revisé con miedo la carretera nacional, imaginando lo peor. Y entonces llegó la llamada que nunca olvidaré: “La hemos encontrado”. No lo podía creer. Pregunté temblando: ¿está viva? La respuesta fue un “sí” que me devolvió el alma al cuerpo.
El reencuentro
Phoebe había llegado hasta Cabo Roig. En línea recta son unos 3 km, pero en realidad serían unos 5 km por lo difícil del recorrido. Me esperaron en una rotonda, me subieron a su coche —bromeando porque iba en el asiento de los detenidos— y me llevaron al lugar. Allí estaba: junto a un par de hombres, sin correa, tranquila, sin alejarse de ellos. Y lo sorprendente es que ella no suele confiar en nadie.
Cuando me vio, corrió hacia mí con una alegría indescriptible. Fue un reencuentro que todavía me emociona al recordarlo.
La policía, además, nos acompañó hasta casa.
Nunca habríamos imaginado tanta humanidad y apoyo en un momento así.
Nuestra motivación
Aquella experiencia nos marcó para siempre. Comprendimos lo que siente cualquier persona que pierde a un animal querido: miedo, angustia, desesperación. Por eso nació esta página: un espacio gratuito de anuncios para animales perdidos, creado para que otras familias puedan vivir lo que nosotros vivimos: el milagro del reencuentro.